
Hay tantas y tantas cosas que decir que uno no sabe por dónde empezar. Quizás un buen inicio sería felicitar al rival, ese Real Unión de Irún que desde la humildad de la 2ªB, y desde el sacrificio de los jugadores semiprofesionales de los campos de tierra, han puesto a los dioses del Olimpo en su sitio. Difícil es decir gracias, pero honroso es, al menos, darles la más sincera enhorabuena y desearles el mejor de los progresos en la actual edición de la Copa del Rey. Ojalá acaben demostrando que no sólo el Madrid fue malo, sino que además ellos fueron buenos.
A estas alturas de la temporada ya ha quedado claro que el Real Madrid es aspirante a nada en lo que resta de competición. Y eso que estamos en noviembre. Visto el panorama, lo último que le apetece al aficionado madridista es que llegue el próximo partido. Y cuando éste llega, porque el tiempo vuela, lo que más le apetece es que termine cuanto antes para ver si con eso se puede por lo menos salvaguardar algo del que antes fuera un ilustre club, aunque ahora, y desde hace unos años, reconvertido en casa de citas.
De Casa Flo a Chez Calderón, el Madrid sigue siendo un lupanar. Un puticlub, para el que lo prefiera. Difícil es servir o servirse de un club cuando el que lo pretende no sirve para nada.